Las mismas debilidades

Las mismas debilidades

Por la Espiral

Claudia Luna Palencia

Durante la última década en que los países industrializados cayeron arrastrados por la crisis de las subprime en Estados Unidos, su exposición al riesgo del ladrillo, de las hipotecas y del sobreendeudamiento ciudadano fueron los países emergentes (también llamados menos industrializados y subdesarrollados) los que jalaron el carro del crecimiento global.
Como lo señala la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) el PIB promedio de crecimiento de 2004 a 2013 en el mundo fue del 3.9%; los países miembros de la OCDE, su PIB de media en dicho lapso, fue del 1.6%; de las economías de la eurozona del 0.8%; mientras que China en dicha etapa su crecimiento promedio fue del 10.3% y del 6.6% para las naciones que no son miembros de la OCDE como Rusia, Brasil, Sudáfrica entre otros más.
En las tempranas previsiones de los analistas internacionales y asesores de mercados palpita el temor que esto sea el significativo final de casi diez años dorados para las economías emergentes, en parte porque la Unión Americana, ha declarado una guerra -sin balas de verdad-, pero que también causa estragos y deja un reguero de víctimas.
Desde Washington se lanzan bombas diplomáticas, económicas, políticas junto con dañinas granadas de manipulación, coerción, amenaza y coacción que están terminando por reventar a las economías más expuestas a las vulnerabilidades de siempre.
Si la Reserva Federal sube sus tasas de interés y el dólar se fortalece, sufren todos aquellos países, personas morales, empresas y personas físicas fuertemente apalancadas en el billete verde porque no sólo su deuda vale más en dólares sino que es más caro pagarla por el reajuste alcista en los tipos.
En lo que va del año, el banco central estadounidense ha subido en dos ocasiones los tipos de interés, lo hizo el pasado junio reajustando al alza las tasas al 1.75% y el 2%, respectivamente en los bonos del Tesoro; y faltan, dos incrementos más en lo que resta del año.
Es una forma de asfixia segura cuando se está endeudado, con problemas de liquidez y hasta de solvencia; el pasado 8 de junio, el gobierno de Mauricio Macri, acordó un préstamo “stand-by” por 50 mil millones de dólares entre Argentina y los acreedores del FMI para inyectar liquidez y sobre todo respaldar al peso argentino.
Con Turquía crecen las dudas de si logrará salvar la volatilidad desatada por un problema político con el presidente Donald Trump; hace apenas dos semanas, el gobierno otomano a manos de su dirigente Recep Tayyip Erdogan, tocaba las puertas de los BRICS para que el grupo lo aceptase como nuevo miembro, presumiendo precisamente de una economía en ruta de recambio que el año pasado creció al 5.1% y con exportaciones totales por 157.3 billones de dólares.
Y ahora tiene una crisis en el zaguán provocada por un altercado diplomático con Estados Unidos que se ha convertido en una guerra económica y comercial amenazando con romper relaciones con su aliado de la OTAN; curiosamente al único dignatario al que se le vio departiendo la mayor parte del tiempo con Trump -en la pasada reunión de la Alianza del Norte-, fue a Erdogan mientras los demás líderes europeos le rehuían al norteamericano.
A COLACIÓN
En lo que va del año la lira turca se ha depreciado un 35% frente al billete verde, nada más el viernes negro perdió un 19% porque tampoco el presidente Erdogan contribuyó a calmar a los mercados: “Pido a los ciudadanos que salgan a defender a la lira, a su moneda, que saquen del colchón todo el oro, los dólares y los euros que tengan y los cambien por liras. No dejaremos que nos ganen esta guerra económica, ellos tienen los dólares pero nosotros a nuestro pueblo y a Dios”.
Pero también está el ojo por ojo y el diente por diente, si Trump ha duplicado los aranceles a las importaciones del aluminio y del acero turcas, el presidente Erdogan ha hecho lo mismo además de llamar a un boicot contra los productos electrónicos norteamericanos fundamentalmente contra los iPhone.
Finalmente, el miércoles 15 de agosto, Ankara emitió un decreto publicado en el Boletín Oficial en el que Turquía duplicó los aranceles a los automóviles (subieron hasta el 120%) y se afectó también a más de veinte productos importados y fabricados en la Unión Americana como las bebidas alcohólicas que tributarán al 140%, la hoja de tabaco al 60%, el gravamen para el arroz será del 50%; no quedaron fuera ni el carbón, los cosméticos, los derivados de la celulosa, el plástico o las bombas centrífugas.
La otra estrategia para difuminar la volatilidad ha consistido en que el Banco Central elevó la rentabilidad de los depósitos en dólares al 19.25% un 1.5 puntos porcentuales más que la tasa básica fijada en 17.75%; y se han delimitado las operaciones especulativas con liras.
También las instituciones de crédito podrán depositar dólares a cambio de liras a dos semanas vista hasta un volumen total de 1 mil 500 millones de dólares, la lira ha empezado a oscilar sobre de los 6.37 liras por dólar cuando hace días llegó a estar por encima de los 7.2 unidades por dólar.
No obstante, en Washington siguen movilizando su artillería diplomática lo que hace prever que la escalada irá a más: el presidente Trump ordenó bloquear a Turquía ante la OTAN para evitar que adquiera cazas F-35, a lo que desde Ankara ya respondieron que recurrirán a instancias jurídicas.
Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales

@claudialunapale

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