#ANÁLISIS ‘Mafia en el poder’ y ‘minoría rapaz’ vs. ‘populismo’, a debate
Ciudad de México, 12 de Junio (MENSAJE POLÍTICO/CÍRCULO DIGITAL).-Durante la campaña electoral que está a punto de concluir, Andrés Manuel López Obrador ha enunciado una y otra vez frases asociadas a él como “la mafia en el poder”, “minoría rapaz” y “no tienen llenadera”. Como respuesta, sus críticos, sus oponentes políticos y ciertos grupos empresariales han contraatacado llamándole ‘populista’. Al parecer, estos calificativos se han vaciado de contenido ante la repetición constante al calor del mitin público, el debate, la entrevista en medios, los spots y las columnas periodísticas.
Sin embargo, es prudente preguntarse ¿qué hay detrás de las frases simples y los adjetivos llamativos de AMLO? ¿Realmente estos tienen algún sustento que permita un juicio más informado sobre aquello que el candidato afirma? ¿Logran captar la realidad que pretende dibujar con tan simples trazos? Por otra parte, ¿tiene sustento la acusación con la que se pretende impedir al político tabasqueño ocupar la silla presidencial? ¿Cuáles son los rasgos que permiten o no afirmar su tendencia a una forma de ejercer el gobierno rechazada desde ciertos marcos teórico-histórico-políticos?
Estas no son preguntas retóricas sino un ejercicio que busca provocar una reflexión que vaya más allá de lo que comúnmente se alcanza a observar durante un proceso electoral en el que todo se reduce a spots, pretendidos debates, mítines públicos, entrevistas periodísticas, chacaleo, dimes y diretes y donde lo que se dice debe causar impacto, ser lo más simple posible, mover emociones e invitar a votar o no por una u otra persona. He aquí, entonces, el análisis de las frases enunciadas.
La primera frase es “la mafia en el poder” y para comprenderla mejor es preciso comenzar por deconstruirla. En el Diccionario de la Real Academia Española, la palabra ‘mafia’ es definida como: una organización criminal y secreta de origen siciliano; cualquier organización clandestina de criminales; un grupo organizado que trata de defender sus intereses sin demasiados escrúpulos o simplemente engaño, trampa o ardid.
Para comenzar habrá que descartar la última acepción que no refleja la complejidad que la frase entraña. Igualmente, se desecha la primera acepción que remite a un origen nacional específico que no es al que se hace alusión en este caso. Quedan entonces la segunda y tercera significaciones, de las que es necesario resaltar las siguientes referencias: grupo organizado, clandestinidad, crimen, intereses y falta de escrúpulos. Así pensado, se podría redefinir la palabra “mafia” como: un grupo organizado que, de manera clandestina, y en ocasiones criminal, defiende sus intereses sin que medien demasiados escrúpulos.
La generalidad de la definición supone que puede ser aplicada a individuos pertenecientes a cualquier tipo de grupo, ya sea político, económico, empresarial, religioso, militar, delincuencial. La segunda parte de la frase ‘en el poder’, remite a pensar en las personas que se encuentran en la punta de la pirámide política; esto es, en quienes gobiernan a un país.
Al unir la definición de ‘mafia’ con la inferencia ‘en el poder’, el resultado lógico sería que la “mafia en el poder” es “el grupo formado por miembros del gobierno y una pequeña élite económica, que actúa en las sombras, fuera del ojo público y al margen de la ley, con la intención de defender sus intereses sin que medie ningún tipo de escrúpulos”.
Visto así, la expresión “mafia en el poder” no necesariamente remite a una ocurrencia descabellada, sino a la denuncia de una situación supuestamente existente. Desde aquí, bien se puede ligar esta frase con aquella que ha suscitado un debate entre López Obrador y un pequeño número de importantes empresarios, la de “minoría rapaz”.
Para mostrar que la expresión “minoría rapaz” no es una abstracción o una etiqueta pegadora en tiempos de campaña electoral se deberá proceder igual que con la primera frase. ‘Minoría’, de acuerdo con la RAE, es la “parte menor de las personas que componen una nación, ciudad o cuerpo”. Mientras que ‘rapaz’ hace referencia a la “inclinación al robo” o a la “acción de hurtar”. De tal suerte que una “minoría rapaz” puede ser definida como “la parte menor de las personas que componen una nación y que se inclinan al robo”.
Juntando las frases la “mafia en el poder” y “minoría rapaz”, se puede inferir que el candidato a la Presidencia pretende dar visibilidad y denunciar al “grupo formado por el gobierno y una parte menor de empresarios, ambos inclinados al robo, que actúan en las sombras, fuera del ojo público y al margen de la ley, con la intención de defender sus intereses sin que medien escrúpulos que les hagan pensar en las necesidades de quienes habitan el mismo país”.
Pero, si se habla de élites, políticas y económicas, cabe cuestionarse sobre su necesidad de robar, ¿robar qué?, ¿acaso no lo tienen todo?, ¿no les basta con los bienes que han acumulado? Es aquí donde la tercera frase cobra sentido.
“No tienen llenadera” es una expresión coloquial que se aplica a todas aquellas personas incapaces de saciar su deseo por comer, comprar, conocer, poseer y todo lo relacionado con aquello que se puede acumular para un disfrute inmediato o posterior. Relacionar a las élites políticas y económicas con esta frase es asumir que nunca se sentirán satisfechas cuando de acumulación de recursos se trata, sean éstos poder, dinero, bienes, influencias, etcétera.
La pregunta aquí es si tienen sustento en la realidad las frases con las cuales AMLO ha pretendido identificar y visibilizar a un “grupo formado por el gobierno y una parte menor de empresarios, ambos inclinados al robo o a obtener beneficios sin importar las consecuencias, que actúan en las sombras, fuera del ojo público y al margen de la ley, con la intención de defender sus intereses sin que medien escrúpulos que les hagan pensar en las necesidades de quienes habitan el mismo país y que nunca se sentirán satisfechas cuando de acumulación de recursos se trata, sean éstos poder, dinero, bienes, influencias, etcétera”.
Hasta aquí, estas tres frases sólo hablan de dicho grupo sin la presentación de datos duros que refuercen la veracidad de su existencia, por lo que se hace necesario apuntar algunos elementos que permitan afirmar o negar, de ser el caso.
Utilizando datos publicados en la prensa nacional se puede establecer un vínculo directo entre alguno de los empresarios más ricos del país y miembros de los últimos gabinetes panistas y priistas. Es el caso del tercer hombre más rico de México, Alberto Bailléres González, de 86 años, y cuya fortuna asciende a 10 mil 700 millones de dólares, él es el principal accionista de Industrias Peñoles, la segunda compañía minera más grande de México y una de las minas de plata más grandes del mundo y de las tiendas departamentales El Palacio de Hierro, entre otros negocios. En la presente administración y en función de la reforma energética, Bailléres ha incursionado también en el mercado del petróleo y le ha sido asignado el bloque 4 a su empresa petrolera Petrobal, la cual está integrada al consorcio estadunidense Fieldwood Energy LLC, según información de la Revista Proceso.
Es de llamar la atención que a este empresario el gobierno le ha permitido, entre otras cosas, practicar la minería a cielo abierto, en su mina La Herradura, ubicada en Sonora, cuyo procedimiento es altamente contaminante y depredador de recursos naturales, por lo que el consorcio minero formado por Industrias Peñoles ha sido acusado por llevar años contaminando con plomo, zinc, cianuro, mercurio y ácido sulfúrico el medio ambiente y las aguas residuales, lo que produce daños irreversibles a la salud de cientos de niños, comunidades enteras y a los propios trabajadores en sus plantas de Torreón, Coahuila, y en otras regiones del país, así como por la aplicación de métodos intimidatorios en contra de sus trabajadores.
Ciertamente, Bailléres no es el único dueño de minas a quien el Estado ha dado autorización para utilizar este método, el mismo permiso fue otorgado a 47 empresas, según datos de 2017, mientras que otras 476 compañías, nacionales y extranjeras, tenían permisos para 992 proyectos de exploración de acuerdo con datos de La Jornada. https://bit.ly/2wbRC7L
Un empresario más a considerar en torno a la minería es German Larrea, de 76 años, de acuerdo con información de la periodista Dolia Estévez, de la Revista Forbes, es el segundo hombre más rico de México y su fortuna asciende a 17 mil 300 millones de dólares. Se desempeña como presidente ejecutivo y accionista mayoritario de Grupo México, la empresa minera más grande del país y dueña de las reservas probadas de cobre más grandes del mundo. En 2006 Grupo México se vio en entredicho cuando el 19 de febrero colapsaron por una explosión de gas varios túneles en la mina de carbón Pasta de Conchos, en Nueva Rosita, Coahuila, propiedad de dicho grupo. En este accidente quedaron atrapados 65 mineros a quienes no fue posible rescatar con vida y cuyos cuerpos aún permanecen en la mina, sin que aún se haya esclarecido la responsabilidad de dicho accidente.
Larrea y Bailléres, a los que se suman José Ramón Elizondo, Eloy Vallina, Andrés Conesa y Héctor Hernández Pons, han hecho un llamado a sus empleados para no votar por el populismo en estas elecciones, en clara alusión a la candidatura de López Obrador.
A los empresarios mencionados habrá que sumar a Carlos Slim, el hombre más rico de México y el séptimo en el mundo, quien con 68 años posee una fortuna de 67 mil 100 millones de dólares y cuya fortuna arrancó con la compra de Teléfonos de México, empresa paraestatal privatizada y vendida a éste ni más ni menos que por Carlos Salinas de Gortari.
Por si no fueran claros los nexos entre estos empresarios y el gobierno habrá que acotar que Bailléres ha sido presidente de la junta de gobierno del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) por 50 años. Del ITAM ha egresado el 16% de los principales funcionarios de las administraciones federales priistas y panistas como se destaca enseguida.
José Antonio Meade Kuribreña, quien durante la presidencia de Vicente Fox Quesada figuró como director general de Banca y Ahorro de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, y más tarde como director general de Banrural . Con Felipe Calderón Hinojosa se desempeñó como coordinador de Asesores del entonces secretario de Hacienda y Crédito Público, Agustín Carstens Carstens; subsecretario de Ingresos de la SHCP; secretario de Energía; secretario de Hacienda y Crédito Público; para luego ocupar cargos del mismo nivel durante la administración de Enrique Peña Nieto, siendo secretario de Relaciones Exteriores; secretario de Desarrollo Social; y secretario de Hacienda y Crédito Público, para luego ser ‘destapado’ como candidato del PRI a la presidencia de la República.
Es de destacar que en varios de sus diversos encargos defendió la aplicación de nuevos impuestos como el IETU y que participó activamente en la reforma hacendaria de 2009, cuyo objetivo principal fue incrementar la recaudación fiscal.
Otros funcionarios destacados egresados de la institución citada son: Felipe Calderón Hinojosa, que ocupó el cargo de director del Banco Nacional de Obras en 2003, para posteriormente ser designado por Vicente Fox como secretario de Energía, cargo en el que permanecería hasta 2004, cuando renunció al haber sido amonestado públicamente por Fox por hacer actos proselitistas en busca de la presidencia de México, misma que ocupó de 2006 a 2012.
Ernesto Cordero Arroyo, fue director de Administración Integral de Riesgos en Banobras (2003); subsecretario de Planeación Energética y Desarrollo Tecnológico en la Secretaría de Energía (2004), encargo al que renunció para unirse a la precandidatura de Felipe Calderón a la presidencia de la República como coordinador de Políticas Públicas. Ya con Calderón en funciones, Cordero se desempeñó como subsecretario de Egresos en la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (2006); secretario en la Secretaría de Desarrollo Social (2008) y secretario de Hacienda y Crédito Público (2009). Siendo uno de los alfiles del expresidente Calderón dentro del PAN se destaca como uno de los senadores rebeldes en contra de Ricardo Anaya y por el apoyo que el PRI y parte del PAN, le brindaron para seguir ocupando la Presidencia del Senado en la presente legislatura. Es él quien un día antes del tercer y último debate presidencial demandó a Ricardo Anaya por lavado de dinero ante la Procuraduría General de la República.
Agustín Carstens, secretario de Hacienda y Crédito Público durante la primera mitad del gobierno del Felipe Calderón y gobernador del Banco de México durante parte de los mandatos de Calderón y de Enrique Peña Nieto. Actualmente, se desempeña como gerente general del Banco de Pagos Internacionales (BIS).
Luis Videgaray Caso, exsecretario de Hacienda y Crédito Público y actual secretario de Relaciones Exteriores; Emilio Lozoya Austin, exdirector general de Pemex de 2012 a 2016, quien ha sido relacionado con el escándalo de corrupción de las empresas OHL y Odebrecht, pues ejecutivos de ésta última afirman que se le depositaron 10 millones de dólares para dar paso a la asignación de contratos de obra. La investigación ha sido reservada por la Procuraduría General de la República por lo que no se conoce ningún avance al respecto.
Virgilio Andrade Martínez, quien destaca por haber sido designado por el presidente Enrique Peña Nieto para investigarlo a él, a su esposa Angélica Rivera y al entonces secretario de Hacienda y Crédito Público, Luis Videgaray, sobre el posible conflicto de interés por la adquisición de casas a Grupo HIGA. Actualmente, ocupa el cargo de director general del Banco del Ahorro Nacional y Servicios Financieros (Bansefi).
No habría mucho que reprochar a la relación del ITAM con los principales funcionarios de las dos últimas administraciones si se piensa que es una tradición formar grupos cuando se está estudiando una carrera o posgrado con el fin último de ocupar puestos en el gobierno. Sin embargo, la relación de estos funcionarios con el tercer hombre más rico de México y su participación en la minería, en las condiciones ya referidas, no permite menos que cierta sospecha en torno a tráfico de influencias, contratos millonarios, información privilegiada, complicidad, etcétera.
Visto así, se puede inferir que cuando AMLO se refiere a la “mafia en el poder” y a la “minoría rapaz” que “no tiene llenadera” está señalando la relación aquí expuesta, de la que sólo se han dado dos pequeños ejemplos.
Una vez aclarada la posible materialidad de estas tres frases se puede avanzar y tocar el tema del populismo. A diferencia de las frases analizadas arriba, el término ‘populismo’ es mucho más difícil de precisar, ya que no se corresponde con una única definición o varias acepciones que pudieran decantarse en una sola idea. Lo anterior se deriva de los múltiples contenidos y significados que han hecho de éste un concepto vago, ambiguo, de difícil aplicación y ligado a una gran variedad de teorizaciones a partir de las cuales el populismo puede ser definido desde distintas perspectivas que pueden englobarse en cuatro grupos de definiciones: a) ideología antidemocrática, antiliberal y anticapitalista; b) régimen político, forma o estilo de gobierno, régimen autoritario legitimado por el pueblo, democracia directa y un conjunto de prácticas políticas relacionadas con el intervencionismo y el asistencialismo; c) un tipo de liderazgo carismático y manipulador ligado a amplios movimientos sociales y a una supuesta movilización política desorganizada; d) mecanismo antidemocrático, estrategia política y discurso demagógico.
Lo más sencillo sería tomar una definición simple como aquella que informa que el populismo es una “tendencia política que dice defender los intereses y aspiraciones del pueblo”. Sin embargo, esta no permitiría, dada la complejidad que dicho fenómeno reporta, entender el enfrentamiento entre el candidato que va arriba en intención de voto camino a la presidencia de la República y ciertas élites políticas y económicas que pretenden descalificarlo a partir de este concepto.
Por principio, es de notar la connotación negativa dada al concepto, de tal suerte que se impone una visión que no permite analizar el fenómeno de manera imparcial, a partir de sus propias características, sino con un sesgo que lleva a concluir de manera anticipada sus efectos nocivos, en particular aquellos ligados a un tipo de liderazgo político que se asume como antidemocrático, por default.
Se impide, desde todos los ángulos, una asociación positiva con lo ‘popular’, con el ‘pueblo’, con sus intereses y necesidades, y se argumenta de manera reiterada que toda apelación al pueblo supone siempre manipulación e interés y que el fin último es, siempre, terminar con todo régimen democrático.
En este sentido, se ve al populismo como la antesis de la democracia y el liberalismo, las leyes del mercado, la mano invisible de Adam Smith y el Estado mínimo, sin dar paso a otro tipo de interpretaciones posibles, incluida aquella en la que se ve al populismo como una respuesta a los problemas de representación de la misma democracia, como afirma Tom Bryder, en su conferencia ‘Populism – a threat or a challenge for the democratic system?’.
Desde esta perspectiva, el populismo sería la consecuencia directa de la crisis de un sistema de partidos, en la que dichas instituciones no representan de manera adecuada los intereses de las grandes mayorías. Más aún, estos problemas de representación podrían incluir a quienes desde un cargo público han dejado de representar los intereses de todos sus gobernados para privilegiar sólo los de una pequeña minoría, llenando de contenido el concepto de mafia en el poder y minoría rapaz de las que se habló en la primera parte de esta participación.
Pero, volviendo a las diversas acepciones negativas asociadas al concepto de populismo, se puede decir que de tiempo atrás se ha construido una narrativa que toma algunos de los rasgos característicos del liderazgo de López Obrador y su estilo de hacer política para afirmar, ‘con toda certeza’, su tendencia al autoritarismo y al ejercicio antidemocrático del gobierno, rasgos que permanecen ocultos a sus seguidores, pues se afirma que éstos han sido cegados por el enorme carisma de su líder.
Ciertamente, AMLO es poseedor de un enorme carisma, es un político experimentado que encuentra en la arenga pública su espacio natural, que ha sabido a través de dos décadas construir una imagen coherente con su discurso a partir de un modo austero de vivir, que a fuerza de repetir las mismas ideas, frases, estrategias, promesas de campaña y de gobierno ha logrado convertirse en el principal líder opositor del país. Oposición sostenida por el movimiento social que no sólo le ha permitido fundar su propio partido político, sino que hoy se amplía y lo posiciona como el favorito para ganar la elección del 1 de julio.
Se acepta, efectivamente, que todo líder con semejante poder podría caer en muchas tentaciones hasta convertirse en su antítesis y dejar de pensar en el pueblo y los grupos menos favorecidos para utilizarlos en su ascenso y permanencia en el poder. Al final, es el riesgo que siempre se corre al elegir a quien ha de dirigir el destino de una nación.
Sin embargo, faltan aquí dos partes de la ecuación:
Por un lado, el caldo de cultivo que propicia el nacimiento de un líder ‘populista’ que se atreve a enarbolar las causas del ‘pueblo sufriente’ y que justo se va conformando poco a poco, lenta pero constantemente, de manera que una vez que éste cuaja la mesa está puesta para que aparezca ‘el caudillo’, ese que sólo se ha presentado a lo largo de la historia de México cuando la patria está en peligro. Ese caldo de cultivo es el resultado de los escasos resultados dados por las últimas tres administraciones, dos panistas y una priista, que a propósito, por ceguera, ineficiencia, complicidad, falta de voluntad política y altura de miras o intereses inconfesables e inconfesados han puesto a las grandes mayorías en una situación límite al haber ampliado la enorme desigualdad que separa a los pocos ricos de los muchos pobres, al haber precarizado el nivel de vida de la clase media, al convertir a ambas en víctimas potenciales del narco y la delincuencia organizada y no organizada, al haber dejado proliferar viejos y nuevos delitos, todo al amparo de la inmensa impunidad que supera el 95%; al haber dejado vacíos de poder y haber convertido al país en un inmenso territorio sin Estado, donde predomina la ley del más fuerte.
Por otro lado, la necesidad que lleva a los diversos grupos sociales a buscar una esperanza, una salida a su difícil y precaria situación. Que impulsa al ‘pueblo’ (ese que da razón de ser al populismo, cuyo origen etimológico remite al sufijo ismo, entendido como doctrina o tendencia y a la palabra ‘popular’ del latín popularis o ‘relativo al pueblo’), a rechazar las respuestas conocidas para refugiarse en la esperanza de un cambio. Para seguir a aquél que ofrece cambiar las cosas y que no sólo promete, sino que conforta, que toca, que abraza, que mira, que entiende, que siente, que se conmueve. ¿Cómo pretender entonces que no surja en las mentes de quienes se saben en condición de vulnerabilidad la idea de un mesías redentor? La culpa no es de ellos sino de quienes los han llevado a este punto y de quienes han alimentado su enojo por días, meses, años, décadas.
Desde esta perspectiva, el llamado ‘populismo’ es una respuesta directa al movimiento que de manera contraria concentra los beneficios generados por la actividad productiva y extractiva de un país en un pequeño grupo. Claramente, entonces, los movimientos populistas se contraponen a las élites políticas y económicas que se aferran a conservar sus privilegios y se resisten a ver disminuidas las ventajas que gobiernos afines o cómplices les proporcionan.
Visto con otros ojos, el ‘populismo’ no tendría por qué ser considerado como el fin de la democracia, sino como un movimiento que busca disminuir la enorme distancia que separa a los ricos de los pobres, en un intento por construir una especie de equilibrio que permita a la democracia no sólo subsistir sino consolidarse reparando los excesos construidos en su nombre.
*La Dra. Ivonne Acuña Murillo es académica del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Iberoamericana