AMLO cambia la relación medios-Estado
Tras la puerta del poder
Roberto Vizcaíno
Andrés Manuel López Obrador es lo que se conoce como un animal político.
Pero además su sentido de comprensión de la realidad circundante y su enorme capacidad de síntesis, lo hacen un poderoso comunicador.
De ahí su formidable habilidad para atraer masas al grado de convertirse en una religión.
Todos conocemos en México su ingenio y éxito en la transmisión de conceptos.
Lo viene mostrando desde que a mediados de los 80 pasó por el Instituto Nacional del Consumidor y construyó aquel gingle cuya tonadita del 568… 87… 22 muchos todavía recordamos. No estoy seguro, pero hay quienes afirman que es de su autoría.
Luego vendrían sus conceptos se sobre la mafia del poder o las frases sobre el frijol con gorgojo o la del avión presidencial que no lo tienen ni Obama y así otros muchas.
No recuerdo ningún otro político que tenga no tres, ni un sólo concepto que se apodere de las masas como los de López Obrador.
Pero AMLO no es periodista. Y a pesar de estar muy cerca de grandes periodistas como Carmen Lira, Chema Pérez Gay -ya fallecido- o Carlos Payán y otros muchos del diario La Jornada, se ve que no habla con ellos de periodismo. No al menos de su origen, estructura, función y objetivos.
Así, al anunciar su decisión de desaparecer las áreas de comunicación social del gobierno, y reducir en un 50% el gasto publicitario oficial, género no sólo temores, desconcierto e incertidumbre entre periodistas y propietarios de medios, sino una ola de cambios, reestructuras y despidos. Hay ya los que piensan cerrar.
Al circunscribir esta decisión a la necesidad de generar ahorros, y terminar con la existencia de una fuerte dispersión de recursos en esas áreas, multiplicidad de tareas y una fuente inagotable de corrupción y manipulación informativa vía la transferencia de miles de millones de pesos a solo unos cuantos medios y periodistas, AMLO dejó de lado otros importantes aspectos de la relación medios-Estado.
Y PERVIRTIERON A LOS MEDIOS
Entre periodistas, políticos y gobernantes, estudiosos e intelectuales para nadie es un secreto que el régimen del presidencialismo priísta hizo absolutamente dependientes a los medios informativos del financiamiento gubernamental.
Desde el poder, al pagar todo lo referente a información y medios, se pervirtió la relación prensa-Estado.
Un ejemplo claro de eso son las tarifas de medios. Si el tema es comercial tiene un precio, si es político o gubernamental, cuesta el doble.
¿Por qué es así? Por la simple razón de que lo comercial representa promoción de productos… lo político, es promoción de ambiciones personales o de grupo.
Un estudio de Artículo 19 -una organización que analiza a los medios informativos-, que dirige Ana Cristina Ruelas y publicado en marzo anterior afirma que en los 5 años del Gobierno de Enrique Peña Nieto se destinaron en términos globales 40,000 millones de pesos a la publicidad gubernamental.
Casi el 60% de esa suma fue a sólo 25 medios, especialmente televisoras y radio.
El restante 40% se distribuyó entre 3 mil 108 medios de todos niveles y temáticas en el país.
El análisis de Artículo 19 afirma que los principales beneficiados de ese reparto fueron Televisa, Estudios Azteca, la agencia publicitaria Starcom World Wide, Estudios Churubusco Azteca, Grupo Radio Fórmula, El Universal, Excélsior, la Organización Editorial Mexicana (propietaria de “los soles”), Núcleo Radio Mil, Grupo Imagen, Grupo Radio Centro, el Sistema Público de Radiodifusión del Estado de México, Radiorama, la representante de medios impresos Medios Masivos Mexicanos, Milenio Diario, la empresa publicitaria Rack Star, Canal 40 y La Jornada. Estos medios y un grupo selecto de comunicadores recibieron, en conjunto, un monto de 22 mil 719 millones 889 mil pesos del gobierno.
Otro estudio, este de Alejandro Cárdenas y Patricia Maldonado, doctores en Comunicación por la Universidad Iberoamericana, establecieron una correspondencia directa y evidente entre el otorgamiento de esos recursos millonarios a periodistas y medios a la supeditación de la línea editorial dictada por el gobierno.
Es lo que todos conocemos como prensa vendida.
Aún cuando estos estudios se refieren solo al período de Enrique Peña Nieto, la mecánica del recurso de pagar por una línea editorial viene del origen mismo de la larga presidencia priísta en México.
Actuantes en una sociedad sin lectores, sin ciudadanos con una cultura de medios, los diarios, las radiodifusoras, televisoras los medios digitales y redes sociales, operaron durante decenios y continúan operando como un circuito cerrado para apenas una élite pseudo intelectual y de políticos medianamente informados.
El impacto de las noticias en México es de los más bajos en el mundo. Los medios impresos más vendidos son TV Notas y el Libro vaquero. Ese es el nivel de la mayoría de los mexicanos.
En ese contexto hoy el predominio es el de las redes sociales. Y en eso Andrés Manuel López Obrador impera con la participación de una media docena de habilidosos comunicadores y manejadores de imagen.
Entre ellos se habla de: Epigmenio Ibarra, el exfoxista Santiago Pando, Carlos Salces, de Radio AMLO; los hermanos Silva Yanomé, de Heurística Comunicación y Daniel Sibaja, así como el publicista José Antonio Casillas y Hugo Scherer.
EL GRAVE ERROR DE EPN
En contraparte Enrique Peña Nieto se aferró en mantener al frente de las cosas de la WEB a Alejandra Lagunes – eficiente en cuestiones técnicas de la web-, pero sin ingenio, sentido sociológico, ni político, ni periodístico. Y la pinza la cerro el mexiquense con la contratación y terca persistencia de mantener a Eduardo Sánchez en las cosas de la Comunicación Social, un personaje muy rollero, lo que en conjunto fue como amarrarse un enorme ladrillo al cuello.
Hoy Peña Nieto es uno de los presidentes peor evaluados en mundo y en la historia del poder en México.
EL CAMBIO
Sin duda hoy vivimos el inicio de una nueva relación medios (periodistas) y Estado.
Y ese cambio es, sobre todo, conceptual y filosófico, sin duda político y sociológico.
Abelardo Martín, uno de los mejores reporteros de finales del siglo pasado, comunicador sobresaliente en las administraciones que vinieron después, hoy coordinador de Comunicación Social en el Senado de la República (por cierto, el primer nombramiento en esta área de lo que podríamos llamar ya la administración de la Cuarta Transformación), y vocero de la fracción mayoritaria de Morena que comanda el zacatecano Ricardo Monreal, lo sintetiza y explica así:
“Este cambio es simple: el gobierno no tiene por qué pagar campañas de publicidad para autopromocionarse, su responsabilidad en Comunicación Social es la de informar”.
AMLO, comunicador nato, no requiere de campañas pagadas.
Y lo de la desaparición de las áreas de comunicación viene en forma natural no para dañar a medios y periodistas, sino porque las secretarías de Estado se van a ir a provincia. Ya no habrá comunicación directa de estas con medios del centro del país, de la CDMX, sino a través de la Coordinación que operará en la Presidencia.
Simple.
¿Qué todo eso va a impactar a medios y periodistas? Pues sí.
Algunos incluso van a desaparecer. Es otro tiempo.
Es quizá la explicación que le falta precisar a López Obrador y a su vocero y coordinador Jesús Ramírez Cuevas para disminuir inquietudes… sacar el tema de sólo el ahorro y lo económico.
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