Esférica Perversión
Ocurre casi en cualquier rincón del planeta. Lo que sucede en la cancha de futbol profesional puede ser premonitorio en una sociedad. No es necesario echar mano de la sociología o psicología del deporte, para tomar conciencia que el balón de futbol suele augurar, o confirmar, derrotas en el terreno político. Basta sentido común. La mejor herramienta para atisbar la verdad. Acaba de ocurrir en México, donde el uso del balón es atípico, dentro y fuera de la cancha, por los zares del balón, como eficaz arma de control social.
+Toluca y Xolos, vinculados al Grupo Atlacomulco
+Balón, eficaz forma de control social
Balón Cuadrado
Jesús Yáñez Orozco
Ocurre casi en cualquier rincón del planeta. Lo que sucede en la cancha de futbol profesional puede ser premonitorio en una sociedad. No es necesario echar mano de la sociología o psicología del deporte, para tomar conciencia que el balón de futbol suele augurar, o confirmar, derrotas en el terreno político. Basta sentido común. La mejor herramienta para atisbar la verdad.
Acaba de ocurrir en México, donde el uso del balón es atípico, dentro y fuera de la cancha, por los zares del balón, como eficaz arma de control social.
“Famiglia”, son llamados con sorna los eufemísticos hombres de pantalón largo.
Enrique Peña Nieto, presidente de México, soñaba despierto recibir en Los Pinos, residencia oficial, al club Toluca, que iba en pos de su título 11 de liga, donde los 10 conquistados hacen de los Diablos Rojos uno de los equipos más importantes del balompié nacional.
Pero su sueño no se hizo pesadilla.
Sería el segundo equipo campeón de la Liga Mx, al que reconocería, vinculado al fantasmal Grupo Atlacomulco, alma máter priísta del mandatario, que lo llevó de la mano a la silla presidencial, corresponsable de que haya alrededor de 80 millones de pobres –mitad en pobreza extrema en México– entre 125 millones de habitantes. El primero fue Xolos de Tijuana.
Es indiscutible su poderío político-económico. Algunos analistas consideran que es una especie de espejo de cualquier cartel del narcotráfico… de cuello blanco.
Mas los Diablos Rojos quedaron en segundo lugar, tras perder 2-3 con Santos, en el marcador global. Derrota que, de paso, se convirtió en mal augurio en la cancha política para el PRI de cara a las espinosas elecciones del próximo 1 de julio. Todo indica que volverá, como en 2000, a perder la presidencia.
Peña Nieto salivaba, ilusionado, con abrir las augustas puertas de Los Pinos a los Demonios Toluquitas.
El pasado domingo, el club Santos se coronó campeón de la Liga. Venció 3-2 en el marcador global, con un futbol ñoño –que los cronistas televisivos tiene la obligación de narrar como final de copa del mundo–, al equipo los también conocidos Choriceros –en el estadio Nemesio Diez– emblema futbolero del poderoso Grupo Atlacomulco, invisible máscara priísta. Bastión uno de otro. Es uno de los poderes fácticos –iglesia, ejército, sindicatos y empresarios— del país.
Y hace mancuerna con Televisa. La dinastía Azcárraga, su propietaria, ejerce un control omnímodo, sin contrapeso alguno, sobre el balompié nacional desde la década de 1960. Tampoco es fortuito que históricamente posea los derechos de transmisión por televisión del equipo Rojo.
El balón, desde entonces, al servicio del poder económico y político.
En 2012, Peña, estrenó su sexenio con la recepción, en los jardines de Los Pinos, de Xoloitzcuintles de Tijuana, campeones de la liga MX, propiedad de Jorge Hank Rhon, hijo del célebre profesor Carlos Hank González, líder del Grupo Atlacomulco durante casi tres décadas, de 1973, hasta su deceso, en 2001.
Del Profesor es obra la célebre frase: “un político pobre es un pobre político.” Todavía, con sorna, es mencionado, en redes sociales, como “Genghis Khan”.
De acuerdo con investigadores y analistas políticos, Grupo Atlacomulco, es un verdadero demonio. Satánico. Una especie de entelequia maquiavélica, donde no hay papel alguno que conforme su existencia.
Nadie sabe dónde está, pero todos saben que existe. Cofradía, se le llama, como eufemismo.
Incluso ha estado bajo la “escrupulosa” lupa de la Secretaría de Gobernación, sin que, curioso, alguna sospecha despierte.
Gobernadores del estado de México que han sido originarios del municipio de Atlacomulco: Isidro Favela, Alfredo del Mazo Vélez, Alfredo del Mazo González, Salvador Sánchez Colín, Arturo Montiel Rojas y Enrique Peña Nieto.
Son recordadas las imágenes de los ex gobernadores de Estado de México, Montiel Rojas y Peña Nieto de haber acompañado de cerca, a los Pingos, en la consecución de sus títulos de campeones del futbol mexicano. Incluso, en partidos importantes del Toluca, era común verlos en el palco presidencial del Estadio Nemesio Díez.
La futbolera ciudad de Toluca, uno de los 125 municipios del Estado de México, es la única que no registra manifestaciones sociales e inconformidad política en el país. El balón, a los pies del PRI, es efectivo somnífero contra cualquier rebeldía. No es casualidad que Toluca posean 10 campeonatos de liga. Debajo de los 12 de América y Chivas, dos de los cuatro equipos más populares –con Cruz Azul y Pumas–.
Algo similar ocurre con la Selección Nacional, donde el pueblo es el “jugador número12”.
Grupo Atlacomulco –Atracomulco o Atracomucho, llaman con sorna, analistas políticos y en redes sociales— no sólo perdió en la cancha. Todo indica que para la elección de dos candidaturas que, dictan el destino del país entero, su panorama es oscuro.
José Antonio Meade, aspirante del PRI, a la presidencia de la República, designado por Peña Nieto, se encuentra distante –de la tierra al sol–, tercero, del primer lugar en las encuestas, Andrés Manuel López Obrador, de Morena. Casi 20 puntos de diferencia. Un sector del pueblo lo da como virtual presidente.
“Somos los más chingones”, se ufanó Meade, un día antes del debate.
Aunque Toluca, en la cancha, no lo demostró.
Para la jefe de gobierno de la Ciudad de México, la más poblada del mundo, contiende otro príista, Mikel Arriola, caracterizado por un discurso neofascista con la bendición de Dios.
En su campaña, como botón de muestra, está empecinado en prohibir los conciertos de rock. Es una especie de neofascismo con la bendición de Dios.
Igual que Donald Trump.
Aún se recuerda la final Toluca y Xolos, llamada “final entre el Grupo de Atlacomulco” del futbol nacional. Ocurrió el 25 de noviembre de 2012. Justo a unas horas de que Peña Nieto sumiera la presidencia de la República, luego de 12 años de mandatarios del PAN en el poder: Vicente Fox y Felipe Calderón.
“Docena trágica”, es considerada, por la indefensión en que dejaron al país. Aunque los priístas con iguales o peores.
“Tijuana y Toluca, dos ciudades marcadas por el más arraigado sentimiento del priísmo, con hombres cercanos a sus equipos de futbol, provenientes de la misma escuela política y que han tenido diferentes destinos”, escribió en ese entonces, Vito García en la página web La Ciudad Deportiva.
Carlos Hank González es abuelo de Jorge Alberto Hank Insunza, el hombre que tiene todos los poderes legales y está facultado para actuar y decidir como dueño del Club Tijuana Xoloitzcuintles de Caliente y todas sus unidades de negocio, según está reconocido por la Federación Mexicana de Futbol.
Los nexos de Hank González con el Grupo de Atlacomulco lo ligan directamente con la familia de Arturo Montiel, ex gobernador del Estado de México y ‘padrino político’ de Peña Nieto.
Carlos Hank tuvo en Maximino Montiel Olmos a su padre adoptivo dentro de la política; él viene siendo tío abuelo de Arturo Montiel Rojas.
Muchos años después de esos momentos de florecimiento en la familia Hank en el Estado de México, el futbol ha puesto enfrente a dos equipos con un vínculo bajo el Grupo de Atlacomulco, describe Vito García.
Jorge Hank Rhon –hijo de Carlos Hank González y padre de Jorge Alberto Hank Insunza– llegó a vivir en 1985 a Tijuana y encontró una especie de El Dorado en la ciudad fronteriza. Nicho para explotar su riqueza y con el Grupo Atlacomulco a su vera. Por su ambición desmedida de poder y dinero, está bajó la lupa de las autoridades estadounidenses por presuntos vínculos con cárteles de la droga.
Fundó Grupo Caliente, una empresa que posee un galgódromo, hoteles, centros comerciales y una cadena de centros de apuestas, que es el principal patrocinador de los Xolos. Empresas susceptibles de lavar dinero.
Por si faltara un ingrediente especial al acontecimiento político-deportivo de ese entonces, agrega el reportero, “podría ser la primera ocasión en los últimos sexenios que el presidente de México tiene la oportunidad de ver a su equipo coronarse como campeón”.
Sin embargo no fue así. Toluca Perdió.
Ganó Xolos y Peña Nieto perdió. Como presidente, recibió en Los Pinos a jugadores, cuerpo técnico, directivos y al dueño, Hank Rhon, que se observa barbón y sobrepeso a la derecha del mandatario en las fotos. Aunque en su fuero interno estaba consciente que reconocía, satisfecho, al Grupo Atlacomulco.
A Peña no importó que el empresario hubiera sido detenido, en 2011, junto con otras 11 personas en posesión de 88 armas -40 de ellas de alto calibre- y más de nueve mil cartuchos, confirmaron la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y la Procuraduría General de la República (PGR).
Porque con Toluca y Santos, el balón suele ser más perverso de lo que parece.
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