Superbarrio desenmascara a Batman, el PRI
Ciudad de México, 13 de mayo (CÍRCULO DIGITAL).- Risa y humor, caracterizan “La Lucha del Milenio”, arma letal contra las formas tradicionales de hacer política, hace 90 años, en la ciudad de México, la más grande del mundo. Son las cinco de la tarde lánguida y los rayos del sol primaveral sabatino perforan la piel de la ciudad y sus habitantes.
+”Lucha del Milenio”, parodia de la realidad social y política antes del 1 de julio
+Al ritmo de las cumbias, El Santo El Cavernario… y No te Metas con mi cu cu
+Atípica forma de hacer campaña política, advierte Marco Rascón, candidato del Partido Humanista a la CDMX
Por Jesús Yáñez Orozco
Ciudad de México, 13 de mayo (CÍRCULO DIGITAL).- Risa y humor, caracterizan “La Lucha del Milenio”, arma letal contra las formas tradicionales de hacer política, hace 90 años, en la ciudad de México, la más grande del mundo. Son las cinco de la tarde lánguida y los rayos del sol primaveral sabatino perforan la piel de la ciudad y sus habitantes.
Jocosa radiografía del clientelismo electorero, evento cultural que promueve el “voto informado” entre los habitantes de la capital del país, y que dura tres horas.
Hay música, baile y dos luchas. En la estelar Superbarrio arrebataría la máscara a Batman –personificación del PRI—encapotado perverso, corrupto, misógino, homofóbico, tiránico, férreo opositor a la legalización de la mariguana— señor de las tinieblas, habitante del Castillo de la Pureza.
Es una festividad de la tolerancia. En ella todos caben. La discriminación es la única que no tiene boleto de entrada. Se dan cita cerca de tres mil personas, niños, adultos y ancianos.
Un ejército de desposeídos se aglutinan al pie del granítico Monumento a la Revolución Mexicana –a punto de cumplir un siglo de su triunfo, 2021– referente de la Ciudad de México –cuyo control se diputan el PRD y Morena–, y en tono a él: escuadrones de prostitutas.
Hetairas de ojos muertos, que exhiben cuerpos celulíticos, adiposos, desmayados, envueltos en sugestivas ropas diminutas, que muestran senos que algún día fueron generosos. Mirarlas duele. Pellizca el corazón de las niñas de los ojos.
Mercados sexuales, metáfora cómo prometen los políticos que, en un santiamén, ahora sí, sacará de la pobreza al pueblo mísero –al que la monumental revolución nunca ha hecho justicia–, a cambio del voto.
Ni hará.
Escuadrones de indigentes, drogadictos y alcohólicos, y batallones de vendedores ambulantes, sepultados por el quemante sol. Tienen la extraña virtud de hacerse invisibles. Pero simbolizan, sin querer, a los más de 80 millones de mexicanos en pobreza.
Está por comenzar la llamada la función luchística del Milenio, antítesis efímera cómo hacer diferente una campaña política: divertida, crítica, mordaz, prometida por su promotor, Marco Rascón Córdova, candidato del Partido Humanista al Gobierno de la Ciudad de México, creador de Superbarrio Gómez a raíz de los terremotos de septiembre de 1985.
Parodia de la realidad social y política antes del 1 de julio, cuando serán electos tres mil 416 representantes populares.
“Cuando gobierne la gente, gobernara la alegría,” diría más adelante Rascón.
Un hombre treintañero, con un cartelón rosa, sostenido con ambas manos, tapándose el rostro, atraviesa fugaz, como suspiro, la explanada, temeroso de alguna ofensa o insulto. No vuelve a aparecer.
Tiene escrito en letras negras:
“Mamá da vida. Jesucristo, vida eterna”.
No sabe que quien, sólo quien duda de su fe, trata de convencer a los demás de ella.
Una mujer, impasible, como estatua de La Libertad, con una pancarta bicolor verde-naranja con la leyenda WC, informa dónde se encuentran los baños móviles.
La retahíla de un merolico se escucha a la distancia: “… a ver chumino, animal del demonio…”, suena a referencia involuntaria a los políticos tradicionales.
Arranca la verbena pasadas las cinco de la tarde, con La Sonora Herencia Dinamita cuyo origen data de 1960 en Cartagena de Indias, Colombia. Al flanco derecho en la fachada de un edificio, se mira un manta, 40 metros cuadrados, del candidato del PRI a la presidencia de la República, José Antonio Meade, con la leyenda “Unidad y Trabajo”.
Eso que no hay.
Ni habrá.
Un puñado de parejas inicia el baile, cadenciosas, poema carnoso, sensual, a la segunda canción: “…qué lindo es tu cu cu…”, que arranca aislados aplausos.
Erika, una de las tres coristas del grupo, enfundada en sugestiva minifalda, azul eléctrico y tacones altos, arenga, amorosa voz tiránica:
“La gente que no aplauda sufre impotencia sexual”.
Todos, como resortes, baten palmas.
Sigue otra cumbia, himno nacional a la lucha libre, El Santo, El Cavernario, esencia de la cultura popular, adaptado al momento: “…la arena estaba de bote en bote… los cuatro grandes partidos de la nación… prendió la emoción…”
Y remata:
“… vamos humanistas, a lograr el cambio…: ¡fuera los del PRI!”
Rascón va de un lado al otro de las pequeñas carpas argentinas, con sus 120 kilos de pesos de pasión política y 1.80 de estatura, sobre la explanada del Monumento a la Revolución. Ahí se preparan los participantes en el acto político-satírico.
El candidato trasuda satisfacción, inconmensurable sol sonriente su rostro, con el orgullo del padre de quinceañera de barrio, enfundado en pantalón de mezclilla y alba camisa, faldones de fuera, con su nombre estampado en letras negras, sombrero color hueso encasquetado.
El escuadrón de vendedores aparece por doquier, en torno a la carpa de unos 500 metros cuadrados, tachoneado de sillas. Ofrecen en puestos ambulantes manzanas con chamoy ,10 pesos; “ricas sincronizadas”, 4 por 15; hot dogs, 3 por 25; tepache, “pa’la calor”, 15, 20 y 30; deliciosas tlayudas, 25.
A 20 pesos bolsa de papas caseras, unos 50 gramos; cigarro a 5 peso cada uno; miniaturas plásticas de luchadores enmascarados, 50.
Preludia lluvia. El cielo encapotado, plomizo, panza de burro, anuncia la amenaza del dios Tláloc.
Dos personajes de lujo, además de Rascón, se encargan de cronicar las dos luchas: Daniel Jiménez Cacho, actor y activista social, y Sergio Arau, ex integrante de la desaparecida agrupación Botellita de Jerez, productor de la película “Un día sin mexicanos”, autodenominado, con sorna, candidato independiente de los independientes a la presidencia de la República.
A través de su narrativa, por lo mirado sobre el cuadrilátero, bromean, desternillados de risa, las prácticas clientelares de los partidos políticos y la compra del voto.
Superbarrio, héroe de las mejores causas sociales de la metrópoli, en una fragorosa lucha, ante el alarido de la afición, desenmascara Batman –Mikel Arriola, candidato del PRI a jefatura de gobierno local– quien representa la ciudad de las tinieblas y de la exclusión, el que hace campaña desde las alcantarillas y el drenaje.
Los combates sobre el ring se deciden a tres caídas, sin límite de tiempo, con una actuación parcial del réferi, personificación del Instituto Nacional Electoral (INE), que descaró su apoyo, que impidió la equidad en la lucha.
Pese a todo, el bien derrota al mal.
Al fin, se desgrana la lluvia, atorada en las nubes que tachonan el cielo.
Una pareja mira con sonrisa colgante de sus labios un video en su celular. En él, se alcanza a escuchar cómo, un comediante, narra un chiste que resume, en buena medida, el espíritu las compañas proselitistas en busca del sufragio. Ofrecen la luna y las estrellas para obtener votos que los lleven al triunfo.
–Les prometo poner un puente, dice el candidato, voz engolada, al pueblo congregado en el zócalo.
–Pero si no tenemos río, aclara, con voz apagada, un ciudadano.
–No se preocupen: ¡también se los pongo!, aclara el político.
Ambos sueltan una risa apagada.
Otro grupo comenta, indignado, un spot de campaña de Mikel Arriola, con motivo del 10 de mayo, Día de las Madres. En él se observa cómo varias especies de animales, hembras, cuidan a sus crías.
–¿En qué concepto ha de tener a su madre? pregunta una de las mujeres.
–Pésimamente asesorado, suelta otra voz.
Arau aparece con el rostro cubierto, con una capucha negra, y una banda tricolor cruzándole el pecho. Es destapado como el candidato independiente de los independientes a la Presidencia de la República. Aprovecha para exponer sobre el cuadrilátero, cantando, sus propuestas, al ritmo de guacarock.
“Soy el candidato más honesto”, entona, “y quiero robar lo más que pueda. Y eso es honestidad. Chingarse a toda la gente… Soy independiente de los independientes…”
Desfilan, también, otros personales satirizados, ante la algarabía de los asistentes.
Como las siamesas, “La Jefa” –Alejandra Barrales, PRD– y la “Regenta” –Claudia Scheinbaum, Morena–, que en su disputa se acusaron mutuamente, que si el los mjuertos del colegio Rébsamen, que si el departamento en Miami, que si la compra del voto…
Está un “Tomate” que amedrentó con dar sillazos, “El Camarón” –dinero– y un chapulín que brinca de un partido a otro. Integrantes de la comunidad LGBTTTI (Lésbico, Gay, Bisexual, Transgénero, Travesti, Transexual e Intersexual) recorren el ring y respaldan a Marco Rascón, en sus propuestas a favor de la diversidad sexual, y frente a una delegación del Ku Klux Klan, encabezada por el propio Batman, que “defendía la intolerancia, un modelo de familia única y una sola forma de ser de las personas.”
Asisten “Súper Verde” –defensor de la legalización de la mariguana, “El Santos”, “La Tetona Mendoza” y “Los Zombies de Sahuayo”, –personales de una famosa tira cómica desaparecida del diario La Jornada–.
Carteles en mano reiteran su apoyo al Humanismo –frente a la tecnocracia–, a la legalización de la marihuana, al uso de la bicicleta, el abasto de agua potable para todos, la inclusión y la lucha contra la impunidad.
Quizá el candidato del PH tenga razón: