Atlante II: Del General a Nuestros Días

Atlante II: Del General a Nuestros Días

Ciudad de México, 17 de abril del 2021.- “¡Adelante Atlante!” Fue la frase final de la entrega anterior, recordando la del Himno Atlantista que se creó en tiempos de Alejandro Burillo y se sigue usando como tal. Pero a esa musicalización con coros acompañan diversos ritmos tropicales, con letras populares que cuentan hazañas y reconocen sufrimientos, especialmente “Aguante Atlante”, “Nací en cuna de pobre…porrista del Atlante soy”,  “El Atlante sigue su marcha triunfal y su porra seguirá recorriendo la ciudad”, “Potro nací y moriré”,  además de adaptaciones del “Futbol” de la Sonora Santanera o la apropiación del Caballo Viejo, acompañando a porras como La Banda Loca, Tito Tepito, Sangre Azulgrana y a los seguidores en general entonando la arenga clásica: “Les guste o no les guste, les cuadre o no les cuadre, el Atlante es su padre y si no…ch…” en estos tiempos de lo políticamente correcto y hasta la vigilancia moral de FIFA ante aspectos como homofobia o racismo.

Por: Daniel Velázquez Ramírez

Luego de un surgimiento con tantas versiones, siempre anecdóticas y épicas, con múltiples hazañas y campeonatos en el llano y en el futbol amateur, con una sola estrella en la era profesional, el General Núñez deja al equipo en manos de un empresario ligado a la colonia de españoles y al América: Fernando González “Fernandón”. Al Atlante llegó el oscurantismo deportivo y administrativo. De 1967 a 1978 el equipo se transformó, de representante de la calidad futbolística a únicamente aportar entrega; surgieron algunas figuras, pero se inició la costumbre de venderlas, principalmente al América. Los jugadores recibían sus cheques y corrían a cobrarlos antes de que se agotaran los fondos y debieran esperar a tener su salario. De goleadores históricos se cambió a defensas y porteros heroicos, como Raúl Orvañanos atajando ante el Santos de Pelé o Marcos Rivas, que llegó a jugar las once posiciones del equipo, parando un penal a Leonardo Cuéllar o el surgimiento de Rafael Puente, que solía ser de los menos goleados cada torneo, con defensas como Negroe, Montes de Oca, Perico González y Gisleno Medina. En la ofensiva destacó, sin embargo, un fino y entregado goleador: Bernardo “Manolete” Hernández. Para 1976 se desciende a Segunda División, al fallar lamentablemente ante Atlético Potosino. Con enorme pundonor y manteniendo la base de jugadores, consolidados básicamente por su amistad y amor a los colores, el Atlante regresa al año siguiente al máximo circuito, luego de una excelente campaña, venciendo en la final a los Gallos del Querétaro.

Arsenio Farell, atlantista, logra entonces que el equipo sea cedido al IMSS, convirtiéndolo de repente en el club con más socios en el mundo, con arcas espectaculares y apoyo irrestricto. Lotería para los Prietitos, ahora como máximos representantes de la clase trabajadora y disfrutando los frutos de la revolución institucionalizada. El sueño, como tantas cosas en nuestra vida política, duró poco más de un sexenio, pero permitió ver otro trabuco azulgrana, trayendo a figuras como al goleador Cabinho y hasta a su amigo pasador Spencer Coello, al portero LaVolpe, al goleador polaco Gregorz Lato, Rubén “Ratón” Ayala, Eduardo Moses, Sergio Lira, Miguel Ángel Fuentes, Eduardo Regis y una base en que destacó siempre José Luis “Calaca 2” González. Otro de los lujos fue tener de Técnico a Horacio Casarín sustituyendo a otro histórico: Ernesto Cisneros. Entre los errores de manejo se cuenta dejar la sociedad de Futbol del DF, lo que implicó salir del Estadio Azteca.  El mayor logro deportivo del poderoso equipo  fue ser superlíder en la temporada 1981-82, llegando a la final ante los Tigres de la UANL. La serie terminó en 2-2 global, pero Atlante cayó 3-5 en los tiros penales, en uno de los momentos más amargos que se recuerden para los Potros. La riqueza se fue diluyendo, los logros deportivos se limitaron a llegar a las liguillas y, con los cambios políticos, el equipo pasó a ser administrado por el DDF y dirigidos por Ignacio Trelles, Edelmiro Arnauda y Manuel Lapuente, en tres temporadas para el olvido.

Surge entonces, en julio de 1987, José Antonio García, dueño que le puso suficiente atención al Potro para lograr una nueva transformación. Primero debió pagar una costosa novatada que le llevó a una absurda mudanza a Querétaro y a concretar un doloroso descenso, en 1990, que ya se venía gestando en el porcentaje. Con García se vivieron situaciones contrastantes: acercó como socios a varios de sus amigos, especialmente Javier Vazquez y luego vendió acciones de un modo que hasta la fecha existen dudas de su proceso y fin; con su buen ojo para contratar futbolistas, aprovechó la infraestructura heredada con fuerzas básicas en todas las divisiones y permitió el surgimiento de grandes jugadores, además de contratar extranjeros baratos y desarrollarlos como figuras a las que vendía muy bien. Mientras fungía en Primera División como dueño del Querétaro, obtuvo de inmediato el ascenso de los Potros. Se recuerda especialmente la final en tres partidos ante Pachuca, que debió decidirse en Puebla por un penal en muerte súbita cobrado por el arquero Félix Fernández, de origen familiar intelectual y con gusto por el tenis, pero ampliamente identificado con el Atlante.

José Antonio debió salir del país y estuvo un tiempo en Italia, de donde trajo la idea del uso de la publicidad estática, las telas de vanguardia aplicadas al futbol, la comercialización hasta en los balones y mejores tratos con las televisoras. Se integró a la mercadotecnia de la Federación Mexicana, que luego de la crisis de las eliminatorias en Haití y el penoso caso de los cachirules antes de Italia 90, era manejada por Emilio Maurer, representante del Puebla. García llegó a ser el proveedor de la utilería de la  Selección Nacional y la eliminatoria rumbo a Estados Unidos 94 se jugó en el Estadio Azulgrana. Al Tricolor llegó incluso César Luis Menotti, lo que supuso un cambio muy positivo para el futuro del futbol nacional.

 Al Atlante lo acompañaban porristas, artistas y políticos que llegaron a dar patadas iniciales en ciertos juegos. Fue la época del vistoso y efectivo Atlante dirigido por Ricardo Antonio Lavolpe que, con la base de jóvenes con garra y calidad, formaban un grupo polifacético, con hijos de empresarios como Guillermo Cantú y Luis Miguel Salvador, profesores de escuela pública como José Guadalupe Cruz y Raúl Gutiérrez, guerreros de casta como Miguel Herrera, finos creativos como René Isidoro García y Roberto Andrade, una base a la que se integraron extranjeros como Wilson Graneolatti, Pedro Massaccessi y el caso de Rubén Omar Romano, que el año que pasó a Cruz Azul significó que se perdiera de ser campeón con Atlante en el torneo 1992-93. Un equipo pleno de reconocimientos, con jugadores que rayaban en el estrellato televisivo y se les reconocía en las grandes discotecas de la época. Un campeonato por el que se había esperado 46 años y que tuvo la sazón extra de eliminar a León y Necaxa, rivales  históricos, antes de arrasar en la final al Monterrey. De ahí surgió también una forma de ver el futbol que ha provocado la creación de una escuela de técnicos actualmente activos.

 Todavía García siguió llevando estrellas al equipo. En 1994 llegó Hugo Sánchez al Atlante, en lo que el “Penta Pichichi” dice fue el mejor negocio de su carrera. Tenía tantas ventajas contractuales que ni siquiera tuvo que terminar un torneo con los Potros; se fue a Austria luego de 10 meses y 13 goles con los azulgrana, además de varias anécdotas de enfrentamientos con el Técnico Lavolpe y el jugador Romano. Por esos tiempos siguió la tendencia de José Antonio García de vender al equipo en forma de acciones, prácticamente transfiriendo el poder a Alejandro Burillo Azcárraga en un proyecto conocido como Grupo Pegaso. La relación con su primo el dueño de Televisa llevó a un Atlante espectacular,  donde una bella amazona montaba un pura sangre antes de los partidos en el Azteca, se mandó hacer el mencionado himno, había porristas que eran estudiantes en el Centro de Capacitación de Televisa, se hacían folletos a manera de programas para los aficionados, había espectáculos musicales en el medio tiempo, se inició la construcción de un Centro de Formación con ideas de lo mejor de Europa en la salida a Cuernavaca,  se contrató a estrellas como Jorge Campos, Antonio Mohamed, Zaguinho y Luis García. El técnico era Mejía Barón y llevó al equipo de la penúltima posición porcentual al primer lugar, ganando siempre con lo mínimo, algo que no fue apreciado por la afición, que se alejó del estadio y presionó continuamente hasta la salida del afamado dentista de la institución. Burillo pareció aburrirse de su aventura en el futbol, acusó problemas incluso con Televisa y se concentró en desarrollar el hoy tan exitoso Torneo Mexicano de Tenis de Acapulco, no sin antes dejar nuevamente a García y a Miguel Ángel Couchonal a cargo de un limitado presupuesto anual para seguir con el equipo.

Pronto llegaría la siguiente crisis de resultados, quedando técnicamente descendidos al final del torneo del Verano 2001, por ser colero en la tabla porcentual. Sin embargo, la Liga decidió una expansión de 18 a 19 equipos. El lugar se disputaría entre Atlante y un equipo de Primera A, el Veracruz, curiosamente también propiedad del Grupo Pegaso. Atlante debía pagar, además, una multa de cinco millones de pesos. Finalmente, los Potros de Hierro vencieron 4-1 a los Tiburones Rojos y el pago, primero anunciado en abonos, se concretó al ceder los derechos del que hoy es el Centro de Capacitación, sede de las Selecciones Nacionales.

Se decidió regresar a la búsqueda de jugadores, al desarrollo de técnicos jóvenes y a las incrustaciones incuestionables de la detección de talento del grupo de José Antonio García. Se prepararon como técnicos, desde finales del siglo pasado, personajes como Javier Aguirre, único mexicano que ha dirigido en Europa, Asia y África, Jesús Ramírez y Raúl Gutiérrez, que lograran  Campeonatos Mundiales Juveniles, Miguel Herrera, que llegara a ser el estratega nacional en el Mundial de Brasil 2014 y campeón con América, José Guadalupe Cruz, que hiciera campeón al Atlante, Graneolatti, campeón con Toluca y varios más que siguen demostrando lo fértil de la escuela azulgrana en diversas instituciones. Surgieron nuevas estrellas como el portero Federico Vilar, la nueva versión del creativo Fabián Estay, los delanteros sudamericanos Sebastián González “Chamagol” y Luis Gabriel Rey, al lado del “Chícharo” González y José Luis González China. El equipo se llevó a Ciudad Neza de 2002 al 2004, dirigido por Herrera y luego por Cruz, sin éxito. Se regresa al Azteca y los resultados no alcanzan a ser óptimos, además de la falta de apoyo de los aficionados.

La siguiente y espectacular mudanza consistió en llevar al Atlante a Cancún, con apoyo estatal. Ahí duraría del 2007 al 2020, logrando un nuevo arraigo en algunos sectores. La primera temporada en el paradisíaco puerto fue un enorme éxito. Un cuadro limitado pero compacto y con excelente dirección técnica aprovechó todas sus cualidades y momentos de fortuna para lograr el tercer campeonato profesional del Atlante, venciendo en apretada final a los Pumas de la UNAM con excelente gol de Clemente Ovalle, que ganó fama inmediata. El portero Vilar, que incluso cobrara tiros de castigo, alcanzó un estatus legendario. El creativo fue un pequeño astro, Cristian “Hobbit” Bermúdez, José Joel “Chícharo” González establecía el ritmo dentro de la cancha, con aportes de Alan Zamora, “Chema“ Cárdenas y “Místico” Pereyra. Les apoyaba un compacto grupo de esforzados gladiadores, como Daniel “Chepe” Guerrero, “Borita” Alcántar, los extranjeros Alan N´Kong, Andrés Carevic y el jefe Muñoz Mustafá. El centro delantero era el espectacular venezolano Giancarlo Maldonado. En el cuerpo técnico ya aparecía, junto al Profe Cruz, el actual entrenador Mario García. En el equipo directivo festejaron Alejandro Burillo, José Antonio García, Miguel Ángel Couchonal, Alejandro Ruiz de Chávez y Raymundo Palacios.

Todo lucía bien en el paraíso del Caribe, pero…a sufrir otra vez. Los estelares fueron vendidos, el apoyo estatal se traducía en tantas actividades sociales y políticas como entrenamientos, los jugadores empezaron a tener la fama de perderse continuamente en esa franja de tentaciones que es la Riviera Maya, los directivos dejaron que sus respectivos Juniors se involucraran para aportar “ideas modernas”. La inercia del campeonato todavía aseguró algunas temporadas de permanencia y hasta se logró ganar por segunda vez la Copa de Campeones de Concacaf en 2009, jugando el Mundial de Clubes. Luego de avanzar fácilmente en la primera ronda, el Atlante iba venciendo, con gol de Guillermo Rojas, al Barcelona, que ese día era el azulgrana y nuestro equipo jugó de celeste; Busquets hizo el empate. En el segundo tiempo ingresó Lionel Messi y los europeos ganaron. En ese cuadro campeón de Concacaf se habían integrado Johan Fano, peruano que en 2010 sería campeón de goleo, Fernando Navarro, que sigue luciendo en el actual León, Santiago Solari, que jugara y dirigiera al Real Madrid y hoy es entrenador del América, Rafael Márquez Lugo, fino delantero que lució en varios equipos y se desempeña como analista televisivo y un veloz joven que fue una promesa sin concretar: Jerónimo Amione.

Pero la tendencia a la baja estaba marcada. Para 2011, Vilar era cambiado por Moisés Muñóz y Miguel Herrera regresaba a la dirección técnica. Al año siguiente, el “Piojo” se va al América  y se lleva a Muñoz, Osvaldo Martínez y a Bermúdez. Regresa Ricardo Lavolpe, que deja el equipo por problemas de salud.  Se integra el veterano jugador Francisco “Kikín” Fonseca. A la siguiente temporada el técnico es Daniel Guzmán y lo rescatable es el campeonato de goleo obtenido por un veterano chileno Esteban Paredes.

Para el Torneo Clausura 2014 se concreta el cuarto descenso, al acumular el peor porcentaje de la liga en seis torneos cortos. Estaban el ecuatoriano Mikel Arroyo como goleador, proveniente de América, y el argentino Pablo Marini como entrenador. De los anteriores descensos se había regresado inmediatamente, pero esta vez no se manifestó suficiente apoyo. El presidente ante la Federación era el joven Emilio Braun Burillo. Se intentó traer refuerzos, como el regreso de Giancarlo Maldonado en 2014 o el goleador colombiano Carlos Garcés en 2015, además de una buena base de mexicanos, pero no fue suficiente. La mayoría de los rivales eran filiales de equipos de primera y se usaban como fuerzas básicas o lugares para adaptar a una gran cantidad de extranjeros en los que hacían grandes inversiones. Al Atlante ya ni se le veía en televisión, hasta que, de 2017 a 2020, se supo que Gutiérrez Lavín y Manuel Velarde aparecían como los nuevos dueños y el equipo azulgrana volvía a las pantallas en señal de paga. Se vivieron esfuerzos, finalmente infructuosos, con jugadores como los hermanos Uscanga, Lizandro Echeverría, “Charol” Reyes, Irving Zurita, “Kampa” Ruiz, Carlos Cahuich, Gabriel España y hasta algunas contrataciones como el colombiano Wilber Rentería. En la dirección técnica se probó a Raúl Gutiérrez, Eduardo Fentanes, Gabriel Pereyra y Alex Diego. Cada temporada renacía la esperanza, pero no se lograba el ansiado ascenso.

En 2020, se abrió la oportunidad y los directivos atlantistas compraron la franquicia del Querétaro para Primera División. Aparecieron como nuevos dueños de los Gallos Blancos los empresarios Manuel Velarde, Gabriel Solares, Greg Taylor y Emilio Escalante. Se rumoró que la franquicia, como Atlante, regresaría a la Ciudad de México en primera División. Sin embargo, hubo una ruptura por diversos intereses y se consumó la traición: los primeros decidieron conservar al equipo de Querétaro, mientras Escalante iniciaba una aventura de auténtica reconstrucción y absoluto rescate de los Potros de Hierro, con su socio Juan José Hernández y su hermana Alma Rosa Escalante, formando la Promotora Deportiva Esca. Debió integrar al equipo a la llamada Liga de Expansión, un fantasma sin derecho a ascender por tres años, jugando solo por premios en efectivo y con límite de edad; a unos meses de iniciar no tenía jugadores, todos fueron llevados de Atlante Cancún a Querétaro; negoció el rescate del estadio de Ciudad de los Deportes, hoy otra vez azulgrana; ha sorteado la pandemia, lo que implica no tener público en las gradas; jugadores y cuerpo técnico se contagiaron de COVID 19 y debieron ser aislados, incluso empezando la temporada con tres semanas de retraso. Se rescató la placa conmemorativa en las calles de la colonia Roma en la que será su tercera versión, a los 95, 100 y ahora 105 años de la fundación; no existe otro activo, como oficinas, archivos, ¡ni trofeos! La actitud es ir rescatando todo y es deseable que se logre.

El estadio ya va culminando su regreso estético, un inmueble casi abandonado que es nuevamente el Estadio Azulgrana; las porras se reconocen ante la directiva, se implementa un nuevo plan de fuerzas básicas y escuelas de futbol. Habrá que ser pacientes con tantas situaciones por corregir o rearmar. En la primera campaña en esta división, un equipo formado al vapor, con Mario García como experimentado estratega, logró llegar a la final y cayó dramáticamente ante Tampico Madero con un dudoso penal de último minuto. Se reconoció la labor de jugadores rescatados como el veterano portero Humberto Hernández, los recios defensas José García y Jonathan Sánchez, la entrega de Jesús Venegas, la intermitente genialidad de Ronaldo González, los descubrimientos ofensivos de Luis Arcadio García y Vladimir Moragrega, que sustituyeron eficientemente a Lizandro Echeverría.

Esta temporada, el Atlante calificó con dificultades a la liguilla, pero se espera que la entrega demostrada y la respuesta a una innegable presión, rinda mejores frutos. Con los mejores deseos, en el aniversario 105 de la fundación, es preciso que del alma del Equipo del Pueblo resurja la ilusión que lleve a la sufrida y abnegada afición a gritar nuevamente: “Ya regresamos a la Primera”.

                                                                                                       DVR 2021

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